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Short Story Competition 2023 Spanish Language Category Runner-up Easter Honoria ‘El Minotauro en Andalucía’

Photo by Johnny Bugeja

En la sombra de otoño, el Minotauro se encontraba el mismo en el campo Andaluz, sentado en las escalones de su caravana oxidada, la pintura blanca ya rústica y gastada en la tarde lluvia, y los ruedos demasiados finas ara arrastrar este Viejo pedazo de metal.

Con su sombrero de puja y camisa holgada, el Minotauro se sienta con nada más que su alma tranquila una rama tierna de olivo masticando entre sus (lientes, mirando al lejano horizonte. Entre los árboles solitarios había otras caravanas ociosas, aunque ninguna estaba tan alejada como el del Minotauro, Que, desde su perspectiva, no eran más grandes que la palma de su mano, las caravanas
eran no más grande que su palma. Había brillantes tonos de todos colores, la pintura fresca cada verano, y sus ruedas redondas y fiables, listas para llevar los colores de este sitio cada invierno. Los inviernos eran solitarios en el campo de este toro bípedo, siendo su único consuelo la esperanza de que la primavera lo llenaría todo de color una vez más.

Las familias que iban y venían raramente eran las mismas. Los que regresaron hablaban de la caravana oxidada y gastada a las afueras de su campo, algunas veces lo escuchaban mientras él andaba entre ellos, chal cubriendo su cabeza y escondiendo sus cuernos, orejas y hocico. El Conocía el peligro de la mirada humana, sabía muy bien las consecuencias de ser visto, pero qué dolorosa era una vida sin otra voz cerca. Algunas veces el Minotauro escuchaba susurros desde su ventana, se escondía bajo sus finas sábanas, esperando hasta el ruido cesara—oh su miedo se terminó de atormentarlo, así venían las noches inquietas pasadas escondido entre almohada y manta.

Sentado encima de sus escaleras, la rama ya contenta en su estómago, el Minotauro pensaba ir hacia las caravanas otra vez, pero con el sol hundiéndose rápidamente del cielo, el frío pronto mordería su pelo y enfriaría sus cascos; solo quedaban unos cinco días hasta que la solidaridad de invierno regresara otra vez. Así que el Minotauro se puso su chal y manta, y corrió hacia los colores desvanecidos de las caravanas.

Dentro de cada vehículo había redes de luz, cada orbe brillante contra el oscurecimiento del cielo nocturno. Sentado en sus escaleras, había familias con puertas abiertas, andando entre caravanas con rostros cansados, algunas en pijamas frescos, otra todavía en sus trajes del día, y otros que todavía tenían pijamas de la noche anterior. Colgado de una ventana con cortinas cerradas, el minotauro vio una vasija de cerámica con flores de clarinete, vibrantes contra la suave terracota, dejando que su olor fluyera en su hocico. En ese momento, las cortinas se abrieron de repente por dos pequeñas manos, una cara aún más pequeña miraba la cara del toro, el hocico envuelto en las sombras de su chal, y en ese momento de pánico, el minotauro retrocedió, dio media vuelta y cargó hacia su hogar solitario, sin siquiera volver su mirada hacia atrás.

La noche que siguió file de insomnio, llena de miedo y ruido, el sol naciente el silencio sobre el campo por fin, y el Minotauro surgió de sus sábanas. Con ojos soñolientos, soñó un desayuno exuberante, pensando en qué sustento encontraría hoy, pero sus pensamientos fueron interrumpidos por un sonido tan extraño que consideró que fuera un sueño y estaba a punto de despertarse en la noche aterradora una vez más; fue alguien llamando a su puerta. Tres pequeños golpes de un pequeño puño golpearon el metal oxidado de la puerta de su caravana, cada pelo de punta mientras intentaba trataba de calmarse. Asomándose por la rendija de su ventana, vio el rostro que lo había visto la noche anterior, el de una niña, sosteniendo un puñado de clementinas.

"Te traje esto, te vi mirándolas en la ventana, todo lo que tienes es este olivo y una autocaravana
oxidada, espero que estos te traigan algo de color, Señor", con eso dicho, la niña dejó las clementinas en la puerta del Minotauro, dio la vuelta, y corrió hacia el campo de caravanas.

Durante los próximos días, la niña volvió, cada día un nuevo color dejado por la puerta del Minotauro, él no abrió la puerta. Pero al día siguiente la niña regresaría y vería el color del último día
plantado en una maceta improvisada alrededor del vehículo. Y después de cuatro días, los cuartos del Minotauro olían a flores, todos los días se despertaba, ansioso por ver el color que adornaría su puerta, aprendió que era posible sonreír con un hocico. Hasta que un día, decidió que abriría la puerta, en cuanto salió el sol esperó detrás de su puerta, sin ningún chal ni cobija. A medida que el sol se alejaba más y más sobre el cielo, el aire se enfriaba y las sombras se acercaban. Renunciando a su paciencia, abrió la puerta y se sentó en sus escalones, tomando una jarra de aceitunas que había recogido el día anterior y sosteniéndolas en sus manos. Fue entonces cuando vio el horizonte vacío ante él. Las caravanas de colores se había ido, el invierno estaba aquí. Se fueron los vehículos llenos de color, se fue el cielo despejado, y se fue su única compañía. Como todos los años anteriores, con el frio y la lluvia, venia la soledad del Minotauro.

Judge Charlie Durante’s Comments:

Runner-up: Honoria Easter with El Minotauro de Andalucía. The most famous minotaur in Greek mythology was kept confined in the Cretan labyrinth and was killed by the intrepid hero, Theseus. This blood-thirsty monster was violent and intimidating. Our minotaur, in this very strange piece of writing, is a very different type of creature. He lives in a broken-down caravan at the edge of a caravan site. He prudently covers his bull’s head with a tracksuit and yearns for colour, friends and human love.

The creature is either shunned by everyone or they are unaware of his existence until one day a little girl sees him looking through the window of her caravan. The innocent child feels pity and compassion, totally unaware a Minotaur is a creature to be avoided and feared. But our Minotaur is the exception to the rule: he loves the care and solicitude the young girl lavishes on him and he becomes happy, fulfilled and almost human.

Having a snout, horns and long ears are no longer an impediment to having human contact. This extraordinary story requires interpretation. In the absence of any help from the author, we can only surmise the minotaur might be a symbol of the ‘other,’ a person with some kind of disability or disfigurement, or someone belonging to a despised minority. The feeling of isolation, rejection and the need for human love, are all poignantly expressed in this beautifully written but enigmatic fable.

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