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‘La Cuidadora del Jardin’

By Anabella Torres

A Maya siempre le había encantado el jardín. Era un pequeño pedazo de tierra detrás de la casa de su abuela, escondido del ajetreado mundo. El tipo de lugar donde el viento susurraba entre las hojas y el aire estaba cargado del aroma de las flores silvestres. Pero había algo aún más especial en ello, algo que solo Maya sabia.

Su abuela Eva siempre lo había llamado “el jardín de los secretos”. Maya lo visitaba todos los veranos desde que era pequeña, pero nunca entendió muy bien que quería decir su abuela con ese nombre. Es decir, hasta ahora.

Maya tenía ahora veinte años y el jardín había cambiado de manera sutil. El viejo árbol de roble que se alzaba al otro extremo del jardín parecía más grande y sus ramas más retorcidas. Las rosas habían crecido y sus pétalos se habían oscurecido. Pero el parte más extraño fue el banco de piedra, el que siempre parecía estar en el lugar perfecto con las vistas perfectas de la atardecer.

Era el mismo banco donde su abuela se sentaba todas las noches, viendo el sol desapareciendo por debajo de las montañas y donde le había contado historias a maya sobre lugares mágicos. Eva siempre había hablado con una tranquila certeza, con los ojos distantes, como si pudiera ver algo que el resto del mundo no podía ver.
Pero después del verano pasado, cuando murió la abuela de Maya, todo el jardín parecía diferente. Vacío.

Maya había regresado ese verano, decidida a cuidar el jardín como lo había hecho su abuela. Rego las plantas, corto las enredaderas y arranco las malas hierbas. Pero faltaba algo. El jardín, por muy bonito que fuera, no se sentía igual sin su abuela allí.

Una noche, después de un largo día de trabajo en el jardín, Maya se sentó en el banco de piedra. El aire era caliente, pero una brisa fresca empezaba a sacudir los árboles. Cerro los ojos con paz. Era un sentimiento familiar, pero ahora se sentía como un dolor.

“Estas aquí”, dijo de repente una voz, suave y baja.

Los ojos de Maya se abrieron de golpe y. Delante de ella había una mujer, vestida con un vestido pasado de moda, la tela brillaba como la luz de una luna. Tenía el cabello plateado que caía en ondas por su espalda, sus ojos de un verde vibrante, casi brillantes.

El corazón de Maya latía con fuerza en su pecho. “Quien…quién eres tú?”

La mujer sonrió. “Soy la cuidadora del jardín”, dijo, su voz era una melodía que parecía pertenecer al viento mismo. “Y te he estado esperando”.

“A mí?” repitió Maya, levantándose lentamente, con las piernas temblando.

La mujer asintió. “Tu abuela fue la última guardiana. Pero ahora es tu turno”.

La mente de Maya se aceleró. Miro el jardín, tratando de encontrarle sentido a todo. “No entiendo. ¿Qué quieres decir con “la cuidadora”? Solo soy una nieta”.

La sonrisa de la mujer suavizo. “Eso es lo que también pensaba tu abuela. Pero el jardín no es un lugar cualquiera. Esta vivió, Maya. Recuerda. Crece y cambia con quienes lo cuidan. Pero más que eso, necesita a alguien que comprenda la antigua magia que fluye a través de él. Tu abuela conocía esa magia. Ella lo protegió, lo mantuvo a salvo y ahora que ella ya no está, te toca a ti hacer lo mismo.”

A maya se le corto el aliento en la garganta. ¿Magia? Su abuela había hablado de ello en los cuentos. Pero la magia no era real, ¿verdad? No podría ser.

“Que se supone que debo hacer?” pregunto, con la voz temblorosa.

La cuidadora se acercó, con la mirada fija. “Confía en el jardín” Deja que te muestre lo que necesitas ver. Ha estado esperando a alguien que pueda oír sus susurros, alguien que sepa escuchar”.

La mente de Maya daba vueltas. ¿Fue esto real? ¿Estaba sonando? La voz de su abuela resonó en su cabeza: El jardín tiene secretos, Maya. Le mostrara cuando es el momento adecuado.

Antes de que pudiera hablar, la mujer se volvió y señaló hacia el jardín. “Camina conmigo”, dijo.

Maya lo siguió vacilante, insegura de lo que estaba pasando. Mientras caminaban, la voz de la mujer explico más. “Aquí hay caminos, ocultos a los ojos de la mayoría. Tu abuela los conocía. Ella los siguió y mantuvo el jardín en equilibrio. Pero sin ella, el equilibro está cambiando.”

El aire a si alrededor se sentía diferente ahora: cargando de energía. No era solo el jardín. Algo más, algo antiguo, se movía a través de él. Maya casi podía sentirlo, como un pulso bajo la tierra.

Se detuvieron cerca del viejo roble. La mujer se volvió hacia ella.

“La magia está en las raíces,” dijo. “Para proteger el jardín, hay que entender su corazón. Está enterrado profundamente bajo el suelo, esperando a quien pueda recuperarlo.”

Maya se arrodillo y sus dedos rozaron la áspera corteza del árbol. Por un momento no paso nada. Pero entonces, un suave temblor recorrido el suelo y la tierra se movió bajo sus manos. Ella jadeo cuando una tenue luz comenzó a brillar debajo de las raíces del árbol.

La mujer sonrió. “Es el momento.”

Maya cerro los ojos y presionó las palmas de las manos contra la tierra. Ahora podía sentir el pulso, más fuerte con casa latido. Y entonces, una voz, débil pero clara, llego a su mente. Bienvenido, guardián.

Su corazón se hincho y un extraño calor lleno su pecho. Abrió los ojos y la luz debajo del árbol se hizo más brillante. El jardín, el mismo aire que la rodeaba, pareció cobrar vida de una manera que nunca había conocido.

La voz del portero era ahora suave, como en señal de aprobación. “Lo has encontrado. El jardín es tuyo, Maya. Y ahora te protegerá como tú lo proteges.”

Maya se puso de pie, con el corazón acelerado con un nuevo sentido de propósito. “Entiendo”, susurro, mirando el jardín, el jardín que siempre había sido de su abuela, pero que ahora también era suyo.

Y así, los recuerdos del jardín ya no quedaron ocultos. La magia estaba viva y esperaba al siguiente guardián.

Judge’s Comments:

For anyone who has had, and lost, a grandmother who was their own ‘cuidadora del jardin’ this story will resonate. A story of loss, assimilation and, eventually, taking up the mantle. The more esoteric elements of the story work; the reader feels like they are a part of Maya’s story which ends on a sense of hope, looking to the future.

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